domingo, 10 de febrero de 2008

TÚCUME: El Valle Perdido

Por: Carlo Magno Torres Lora

Al subir al mirador del cerro Purgatorio, se puede contemplar todo el esplendor de un valle perdido en el tiempo, un valle atrapado en el olvido del destino y la indiferencia irónica de arqueólogos, aunque hace algunos años, le dedicaron tiempo y trabajo para rescatar la identidad digna de su magnificencia.


En el Mirador de Túcume acompañado por un doctor español


La historia rescatada por las crónicas de los primeros colonos nos cuenta que, en tiempos muy remotos llegó en una flota de balsas a las costas de Lambayeque, un soberano llamado Naymlap con su esposa Ceterni y todo su séquito provenientes del norte trayendo la civilización. Ellos, enseñaron a los aborígenes el arte de hacer construcciones piramidales, siendo las de Túcume realizadas por Callac, nieto de Naymlap.

El Complejo Arqueológico del Valle de Túcume comprende 220 hectáreas de construcciones en adobe, conformadas por 26 pirámides predispuestas en forma simétrica y cada una de ellas con rampas de acceso; desde el exterior se pueden ver las vigas de algarrobo usadas en cada nivel. Algunas fueron templos ceremoniales, otras tumbas reales y a los alrededores aún quedan vestigios de pequeñas viviendas donde habitaba el pueblo. A pesar de la erosión en los muros causada por las lluvias de innumerables Fenómenos de El Niño por el paso del tiempo, no han logrado borrar su idoneidad hecha grandeza, resistente ante los desastres naturales, pues es loable admirar el costo del trabajo para hacerla sabiendo que, en ese entonces no existía la tecnología de hoy y lo único ahora, es hacer vivir el pasado en nuestro presente a través del trabajo arqueológico para conocer un poco más de la Cultura Lambayeque.

El Complejo arquitectónico más grande e impresionante de América del Sur, quedó durante años, en el más oscuro olvido a pesar de su importancia, hasta la llegada del Dr. Thor Heyerdahl, quién organizó exitosas excavaciones en un proyecto peruano con el apoyo financiero del Museo Kon Tiki de Oslo. Junto a Él, un equipo de arqueólogos conformado por los doctores Narvaez, Skjolsvold y Sandweiss, de las Universidades de Trujillo, Oslo y Cornell, respectivamente. Desempeñándose estos últimos como directores de campo.

En las excavaciones, se encontraron ofrendas funerarias pertenecientes a las épocas Incaica y Chimú, restos de cerámica Mochica, como de otras culturas contemporáneas y distantes de nuestra Sierra, demostrando que Túcume fue ocupado en un periodo más antiguo de lo pensado. También se encontraron en dos Huacas, diseños de pinturas policromas y frisos en relieve, con conceptos de aves marinas muy semejantes a las de Chan Chan; plumas y huesos de aves selváticas; dos remos, uno de ellos para uso ceremonial; así como huesos humanos y de algunos auquénidos, esto es una muestra más de la existencia de contacto comercial con zonas alejadas de la costa, probablemente de la Sierra y Selva donde existían otras prodigiosas culturas.








En el Valle de Túcume, al fondo se observa la Huaca Larga






Para los que gustan de la aventura, Túcume no es precisamente un buen sitio para practicarla, a sus alrededores hay poblados, chacras y ruinas que podrían dañarse por el tránsito de personas, a excepción de escalar el Cerro Purgatorio o subir a él por los estrechos peldaños de una larga escalera, la cual tiene tres miradores a distintas alturas para disfrutar de una hermosa vista a todo el valle.

Visitar Túcume, es contemplar y ser testigo de nuestro legendario pasado, redescubrir nuestras raíces, caminar por donde lo hicieron los grandes monarcas, los mismos que dominaron y trabajaron éstas tierras fértiles, legado que hasta ahora son usadas para la agricultura. A pesar de la existencia de un Museo de Sitio, sabemos muy poco o casi nada acerca de para qué fin hicieron esas edificaciones, los turistas o gente simplemente curiosa que llegan a la zona para admirarlas y tener un conocimiento más de ellas, se van con la decepción de haberse quedado más confundidos de lo que pensaban, pues, allí no hay guías, ni arqueólogos, ni practicantes de turismo o alguien quién pueda despejar las dudas encerradas en el Valle Perdido de Túcume.

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