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Uno de los placeres que otorga la vida y el cual disfruto mucho, es viajar। Nunca importa el lugar ni la situación en que se encuentre, lo bonito y entretenido es conocer y disfrutar de la vida en un sitio diferente y desconocido, y mejor aun si lo haces con buenos amigos.
Esta vez el punto escogido fue el distrito de Salas, perteneciente al departamento de Lambayeque, exactamente a 80 km de Chiclayo, y en cuestión a tiempo si tienes la suerte de subir a un combi, custer o bus, que vaya no tan lento pues harás entre hora y media y dos horas de viaje। Siguiendo la Panamericana norte pasando por Mochumi, Tucume, Illimo, Pacora y Jayanca hay un desvío hacia la derecha para llegar a la llamada “ciudad del curanderismo”.
Llegamos a las 10 de la mañana, y lo primero que sentimos fue el intenso calor clásico de un día después de la lluvia। La vista que nos ofrece el pueblo es un placer para los ojos, pues el verde natural que produce la tupida flora, cubre todos los cerros que encierran a este caluroso y pintoresco pueblo.
Caminamos un poco, pues “poco” con todo el sentido de la palabra ya que es un lugar pequeño y todo está a la vuelta de una esquina। Es así como encontramos el bar “El Tufo”, propiedad del señor Wenceslao Santa Cruz Valiente, más conocido por los saleños como “don Benche”, muy amable nos recibe con los brazos abiertos, como quien encuentra un amigo que no ve en años. Lo característico y agradable de los pueblos es la hospitalidad de sus habitantes, siempre dispuestos a un saludo cordial o un par de cervezas bien heladas para enjuagar la conversación.
Después de instalarnos y refrescarnos, salimos en busca de Pancho Rondón, uno de los maestros curanderos mas conocidos del lugar। De aproximadamente unos 35 o 38 años, practica el curanderismo desde los 13, don que heredó de su abuelo. “Para llegar a ser un maestro curandero maduro tienen que pasar cinco años de entrenamiento, y así empezar a ejercer el oficio de una manera profesional y conciente” comentó Rondón. Hicimos una cita para que nos haga el simulacro de una “mesada” en el bosque, felizmente y sin duda alguna aceptó, y dicha reunión quedó pactada para las 6:30 p.m.
Aprovechando el día, fuimos a sentarnos un momento a la plaza principal, no había mucha gente, exageradamente vimos a unas tres personas que pasaron por ahí, saludando como siempre। Frente al parque se encuentra la iglesia de San Francisco de Asís, patrón del pueblo, también está la antigua municipalidad donde los domingos usan el megáfono para dar los buenos días al pueblo y luego poner cumbias conocidas como queriendo despertar a todos los saleños y amigos forasteros. También hay un restaurante y dos puestos de comida al paso. No existe un plato típico, pero si tendríamos que recomendar uno, a nuestro gusto sería la carne seca con yuca y sarsa, y como no el aguadito salvador de don benche, a un sol nomás.
A unos kilómetros del pueblo existe un cerro llamado el Algarrobo Grande, donde hay una huaca incaica। Cuentan que los antiguos curanderos hacían ahí sus mesadas, por eso es que ahora se cree es un lugar encantado. Ese lugar antes llevaba como nombre “Salascape”, pero los habitantes tuvieron que bajar del cerro ya que hubo una propagación despiadada de peste bubónica. Y así abajo, entre los cerros se forma Salas hace 184 años.
Una de las fiestas principales es la del Niño Dios de Reyes, empieza el 3 y dura hasta el 8 de enero, cinco días de celebración, donde viene gente de lugares vecinos.
Nos sorprende el orden y la limpieza de todo el distrito, es un excelente lugar para pasar un fin de semana relajado, practicar la fotografía o ir de aventura por los cerros.
De vuelta en casa de los Santa Cruz, quienes gentilmente nos hospedaron, estaba esperándonos un delicioso estofado de gallina que podía abrir el apetito a cualquiera। Satisfechos nos sentamos en la vereda de “El Tufo” – bar ya antes mencionado – vimos como empezaron a llegar personajes saleños con ganas de beber y ver el fútbol. Partidos que ven gracias al ingenio de don benche quien tiene cable satelital y cobra 50 céntimos por persona, idea que ha resultado rentable. Entre fútbol y risas bohemias, se levanta “don pacheco”, quien se había presentado con nosotros minutos antes, y grita: “benche!!!, un combinado pues!!!”, al instante llega don benche a la mesa con una botella personal de plástico, llena con un liquido oscuro; nos invitan a degustar y era el famoso Yonke saleño, - bueno para la salud según dicen -, combinado con gaseosa negra, se toma en un vaso pequeño de plástico y es el brebaje más pedido y conocido del pueblo, su precio es de dos soles la botella.
Ya con la noche casi encima fuimos a nuestra cita con Pancho Rondón, guiados por el buen Giancarlo Santa Cruz। Nos internamos en el bosque, después de caminar por unos 10 minutos llegamos y encontramos a Rondón apostado sobre una manta de color blanco, casi arrodillado frente a su “mesa”, llena de piedras de todas formas, espadas y alguno que otro santo; tenía también un deposito donde había macerado tabaco con agua de florida, liquido que sería inhalado para entrar en trance, con ayuda del San Pedro। Las mesadas las hacen cuando cae la noche y duran hasta el amanecer, ya que la gente se encuentra dentro de sus viviendas y es casi imposible que absorban energía negativa que brota de la mesa, cuando se limpia a alguien o se hace algún trabajo fuerte.
Por ser un pueblo pequeño todos los pobladores se conocen, cuentan que antes cuando no había energía eléctrica todo el día, se podía reconocer a alguien solo al escuchar sus pasos.
Por donde se camine en el distrito de Salas, se encontrará siempre con gente amable y calida, historias y cuentos fantásticos, que dejan a uno esa sensación de volver pronto, Esperemos que este lindo pueblo sea visitado no solo en las fiestas, sino también en cualquier época del año, siempre habrá un verano eterno para recibir cariñosamente a los amigos que vienen de lejos.
Se acabó nuestro fin de semana en Salas y hemos vuelto relajados y contentos por ese regalo que nos entrega la naturaleza dentro del mismo Lambayeque. Mucho gusto y salud.